jueves, 11 de junio de 2009

JUGANDO A SER GRANDES.



En la ciudad de La Plata, el fútbol infantil se vive muy intenso todos los fines de semana, donde a los chicos se les exigen resultados, se les pide buen fútbol, se les grita para que metan pierna fuerte, que ganen todo, que salgan campeones e interiormente y por lo bajo que sean los salvadores de la familia.
Pero apenas son unos niños de cuatro a trece años, que solo quieren divertirse y disfrutar de lo que mas le gusta como es jugar al fútbol.
Llegado el momento de los partidos, donde cientos de personas se acercan a los estadios a disfrutar del espectáculo, siempre se cumple el mismo ritual.
Balón a rodar, y que comience la diversión, es la frase que sale de la boca de los directivos, y padres que suelen apoyar sábado tras sábado, a estas pequeñas promesas del fútbol. Palpitando el encuentro los chicos, ya con su botinero en brazo, corren desesperados para el vestuario, cambiarse y salir a la cancha.
Detrás del alambrado que cerca el campo de juego, se encuentran sus padres, palpitando que sus hijos desarrollen un papel protagónico en el partido; gritos de aliento, como si fuese una final del mundo, hacen que los chicos sientan el clima de un verdadero partido como el que suelen mirar por televisión.
No existe inclemencia de tiempo que valga, con frío y calor, los partidos no se suspenden y la hinchada alienta como la mejor.
Se manejan los cambios de camisetas: manga larga en invierno, o corta; si es fin de año. Lo que todos quieren es que se demuestre el trabajo de la semana y, por sobre todo la relación que une a los chicos con su entrenador.
Cada jugador, cada corrida para alcanzar la pelota es un grito de libertad absoluta, una demostración de la más pura obligación de convertir un gol para el equipo y para la alegría de su familia que tanto sacrificio hace para que su hijo se encuentre ahí.
Los logros no siempre son importantes, pero los chicos deben vivirlo como algo que termina en minutos. Después del llanto de algunos cuando finaliza el partido, el cual se ha perdido, se vuelven las ganas de empezar un nuevo encuentro para tomarse revancha de lo vivido.
El deber de los padres es elegir un club donde el profesor apunte a crear en los chicos la conciencia de lo que es la relación juego/diversión, y que los prepare para que el día de mañana sean muy buenos deportistas.

La participación en los torneos tiene varias caras, la de felicidad (y alguna que otra amargura) de estos chicos, el sufrimiento de los padres porque “juegan” el partido desde afuera; algunos con demasiada pasión, no entendiendo que sus hijos deben hacer un deporte sano y solo para divertirse.La niñez se vive una sola vez en la vida y hay que disfrutarla jugando.

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